Al hablar del tema de Dani Alves, todos piensan en las infinitas imágenes del brasileño alzando trofeos a lo largo y ancho del mundo. Lo veían como un socio de Messi y de una cantidad increíble de jugadores que marcaron época en el deporte. Sin embargo, muy pocos conocen que en algún momento tuvo que cambiar cupones de transporte para poder comer. Con Efraín Velarde, su compañero actual en Pumas, decidió narrar paso a paso cómo fue que se dio su historia en el futbol, mismo que era el de la música a muy temprana edad

"Nosotros vivimos en un campo. Ahí, mi papá plantaba tomate, cebolla y otras cosas. En mi infancia, veía a mi padre trabajar y siempre quise ser como él. Cuando lo vi, dije que tenía que ayudarle. Fui camarero, relleno de una película y muchas cosas más. Para el colegio tenía que caminar 20 kilómetros. No quería ser jugador, quería ser músico, por lo que hice mis instrumentos y monté mi bandita. Mi padre fue un obsesionado con el futbol. Quiso que mi hermano fuera futbolista, pero no lo consiguió. Llegó un momento en el que quise intentar el sueño de mi viejo", mencionó en Casa Velarde, el pódcast de Efraín Velarde.

 

Luego de tomar la decisión de cumplirle el sueño a su papá, tuvo que venir un momento complicado. Alejarse del lugar en el que nació y creció, además de que se alejó de su familia para poder perseguir la pelota, misma que ya lo trataba bien desde antes de llegar a su primer club profesional.

"Mi padre hizo un equipo de futbol para hacerme jugar y ahí inició mi historia. Después, mi padre nos puso en la ciudad para que me metiera a una escuela de futbol para intentar y ver su podía conseguir escalar. Las dificultades del momento nunca me asustaron ni me desviaron de mi objetivo. Cuando el sueño es tuyo, puedes pasar, pero si es de la persona más importante de tu vida, no hay tiempo para cagadas", comentó.

 

En uno de los momentos más complicados, porque no había teléfonos ni dinero para marcar a casa, reconoció lo difícil que fue alejarse de su madre, a la cual dejó sin despedirse para perseguir el balón. Todo valió la pena, hasta el momento en el que firmó su primer vínculo contractual en un camión. 

Sus palabras más duras

"En una visita de mi papá, vino sin mi mamá, y llegó la invitación del equipo Bahía. Ahí fue cuando le dije que no iba a dejar pasar la oportunidad. Comencé en la capital. Mi contrato fue firmado en el autobús para ganar cinco o diez dólares al mes. Eso ya era la vida para mí. Cuando llegué, eran otras dificultades. No tenía como llamar a casa. A mi mamá le hable cuatro meses después. Así viví hasta los 18, que es cuando debuté en el primer equipo", finalizó.

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