Pumas se midió ante Mazatlán y no logró darle justicia al marcador. Sin embargo, una de las cosas más especiales que sucedió no tuvo mucho que ver con el rectángulo verde, sino con la tribuna. Especificamente, tenemos que voltear a ver en esta ocasión a la zona de Planta Baja, en el lado del Pebetero, donde los papás de Alan Mozo se dieron cita como tradicionalmente lo hacen desde que su máximo orgullo deportivo debutó con la casaca de los auriazules.
Hay mucha valentía en el acto de pasar desapercibidos entre la afición que cambia con cada duelo. Si hay un partido bueno, se lleva las palmas de la grada y la gente que rodea a sus familiares, pero si se va expulsado, como ya pasó, están propensos a escuchar de todo en contra de su hijo, pero entienden que es parte del futbol y que habrá días buenos y malos, como todo en la vida. Antes del silbatazo inicial, Mozo voltea a donde siempre los encuentra y les manda un beso, mismo que es respóndido por su mamá, mientras que el papá aplaude y saluda.
Justamente ante Mazatlán decidieron sentarse en la última fila de la grada,enfrente de la zona de palcos de prensa y a un costado del palco que le habilitan a la directiva visitante. Participan como la gente normal, entonan cánticos, se emocionan con cada tiro a puerta y lamentan cada falla. Sin embargo, si Alan Mozo está envuelto en cada uno de esos avances, los disfrutan o los sufren al doble.
No fue el mejor partido
Esta ocasión ante Mazatlán, el encuentro no dio para sacar a Mozo entre brazos como el héroe del partido, como ya sucedió en muchas ocasiones. De 30 centros en total, Pumas sólo conectó cinco, y fueron en tiros de esquina. Cada vez que un centro salió de los botines de Mozo, su papá lamentaba la acción con un gesto, seguido de un aplauso. Gritaron con todo el gol, aunque no tuvo participación de su hijo, así como suspiraron cuando Arturo Ortiz mandó el balón a su propia portería. No hubo tiempo para más. No fue el mejor partido de Pumas ni del lateral, pero sus padres lo disfrutaron como si hubiera sido el primero en el que ven a su hijo con la casaca auriazul.
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