El 23 de mayo del 2009 sigue remarcado en los anaqueles en la historia contemporánea de Pumas. Aquel día, y según el club de la UNAM, se convirtió el gol más agónico en la historia del equipo. Darío Verón fue el protagonista y con su testarazo le daba el pase a los felinos a la final del Clausura.

Corría el minuto 88 en la Ciudad Universitaria, Pumas perdía 0-2 contra su rival y el global de la llave lo dejaba fuera con 2-3 en contra. Solo hacía falta un gol para empatar y clasificar gracias al agregado de los goles en la visita. El reloj no paraba de correr y Puebla construyó una especie de barrera impenetrable a lo largo de su área.

En el estadio no se paraba de cantar ni saltar y aun así había en el aire cierto rumor que se acrecentaba con el correr de los segundos. Estábamos afuera de la final: ya las piernas no respondían, Puebla no dejaba espacios, y las ideas desaparecían como las gotas al contacto con el suelo. Pero ahí estaba él, el capitán, el jefe, el cacique: Darío Verón.

Tras un centro de Pulido, Darío Verón esperaba detrás de todos en el área y acertó a conectar el balón que se incrustó en la red dejando estéril la estirada del portero. El gol cayó como una avalancha de júbilo que conquistó cada rincón de la Ciudad Universitaria. Gritos, fervor, llanto, e incluso lamentos para aquellos que no creían. Esos que daban todo por perdido, que no contaban con que la UNAM se ha hecho grande gracias a este tipo de partidos.